Susana Lucero (69) y Daniel Villasuso (72), matrimonio de mercantiles jubilados

“De cuerpo estás bien, pero la cabeza puede jugar en contra”

Ella trabajaba en Baravalle y él en Aduriz. Un negocio estaba en frente del otro, sobre la calle Buenos Aires. Terminaron casados y trabajando para sucursales de una misma firma comercial. Se jubilaron con muy poca diferencia de tiempo

“Salimos a caminar por las mañanas en verano y en horas de la siesta en invierno. Intentamos quedarnos en casa solamente cuando está feo el clima”, comentan en el inicio de la charla, que apunta hacia el hecho de la jubilación, de ese retiro que llegó casi al mismo tiempo, porque Susana “estiró” un poquito su permanencia en el Grupo Calzar Bien y se fueron casi juntos.

Ellos son de un tiempo en el cual “el comercio era un arte”, porque “arrancabas lavando vidrios, llevando paquetes como cadete, pasabas al depósito y recién después al mostrador, cuando ya conocías todos los engranajes que se movían por detrás para que el negocio funcionara”.

“En ese tiempo del que hablamos, te agachabas a ponerle el zapato a la señora”, recuerda Daniel.

Y Susana añade: “Había clientas que necesitaban hablar o ser escuchadas; una se daba cuenta porque en algunas ocasiones te confiaban temas que evidentemente necesitaban compartir”.

“Se creaba una cierta amistad con los clientes”, coinciden.

El trabajador de Aduriz es villanovense y estudió en la Escuela del Trabajo, en barrio Güemes

Claro que cuando llegaron al Grupo Calzar Bien (ella como cajera en Clarence y él como encargado en Family), ya contaban con una experiencia más que importante: Susana venía de Casa Baravalle, una de las grandes superficies comerciales de la época y también había tenido un paso por Gapy. Daniel se había desempeñado en otra gran tienda del momento, Aduriz (anteriormente llamada Los Vascos) y Rigar’s.

Forgioni no se equivocó al contratarlos. Trabajaron con él hasta que se jubilaron. “Y el sueldo estaba depositado el día 2 o 3 de cada mes”, reconocen.

Villasuso y Lucero tienen tres hijos, un nieto a quienes tienen el orgullo de poder contarles que son trabajadores reconocidos aún hoy. “Por ahí vamos por la calle y nos saludan clientes que nos recuerdan… Y mirá que ya pasaron siete años desde la jubilación…”.

La jubilación. ¡Qué tema! Es evidente que a Daniel le pegó un poco más fuerte que a Susana. Él dice que “al principio todo estaba bien, pensaba en la suerte de no tener que cumplir horarios, pero eso dura un tiempo y después la cabeza empieza a funcionar en otra dirección y aparecen ciertas dudas y te decís: ‘Si yo sirvo, todavía’”.

La trabajadora de Baravalle es villamariense, estudió en el Colegio Nacional, pero vivía en barrio Güemes 

Por eso no dudan en recomendar a los jubilados por venir y a los que ya lo son, “que se entretengan con todo aquello que les guste; haciendo gimnasia, tejiendo, bordando, leyendo, porque a veces de cuerpo estás bien, pero la cabeza puede jugar en contra”.

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