1 DE MAYO - DIA DEL TRABAJADOR - Yamila Monzo, emprendedora

La cocina, una pasión y la llave para el progreso

Yamila Monzo es cocinera y en la pandemia inició un emprendimiento de alimentos vegetarianos. Madre de cinco hijos, espera algún día poder vivir de su trabajo

"Amo esto, es lo que me tiene que sacar a flote”, dice Yamila Monzo, mientras cuenta a El Diario la historia de su emprendimiento, Amor Vegetal (@amorvegetalchef en Instagram), nacido hace siete meses, en medio de la pandemia por coronavirus.

“Estoy cansada de ir a un trabajo donde te pagan dos mangos, cuando uno sabe que tiene el amor y la habilidad para la cocina, por eso empecé esto en casa”, dijo.

Desde chica supo que su pasión estaba ligada a la cocina. “Veía a mis tías de origen yugoslavo en la mesada y empecé a sentir una inspiración al verlas hacer sus ñoquis de ricota, sus grapas. Creo que todos tenemos que encontrar nuestro destino como seres humanos. Yo lo encontré ahí”.

A los 11 años, ya había demostrado su don para la cocina: “Me criaron mis abuelos y a ellos les hacía las cenas, o cuando venían sus amigos preparaba canapés, mejillones a la provenzal o una torta invertida de manzana”.

En la adolescencia tuvo un paso por otro rubro. Nacida en Capital Federal, su belleza hizo que incursionara como modelo para empresas nacionales. Pero ella seguía pensando en la cocina.

“Mi abuelo tenía una empresa próspera, pero se fundió. Un amigo de Villa María le ofreció ayuda y por eso vinimos acá en el año 2007. Estoy enamoradísima de Villa María, es hermosa para criar a los hijos. En Capital Federal, donde tengo una hermana, todo es una locura, se vive mal, con miedo”, dijo.

Igual, probó suerte en un restaurante de allá, donde se paga mejor la actividad. “Trabajé en Pan y Arte, de Boedo. En la cocina de ahí era feliz, pero como hablo bien inglés, ya estaba en contacto con los clientes y me nombraron encargada. En eso estaba, cuando sufrí un accidente grave y me volví definitivamente a esta ciudad hermosa. Ya era madre de mi primer hijo y acá estaba mi abuelo, mi inspiración, quien lamentablemente hace cuatro años falleció”.

De Villa María recuerda el paso por varios restaurantes, pero el que más amó y en el que más aprendió fue en el de la reconocida Tana. Rosa Iachetta imprimió su sello napolitano en la comida que prepara en esta ciudad. “Fue una gran maestra. Ella es muy estricta y amorosa a la vez. Eso te enseña muchísimo. Es mi amiga y amo tanto lo que hace como su personalidad”, señaló.

Se hace difícil sostener una familia con cinco hijos (el mayor 17 y el menor, 4). Su compañero hace changas y recientemente abrió una “gomería solidaria”, con lo que suma unos pesos ayudando a quien se le rompe la rueda de una moto o una bici, cobrando un poco menos de lo que cuesta.

La salud, ese bien tan preciado, les fue esquiva. Yamila es celíaca -lo detectaron recientemente- y una de sus hijas, diabética. Sabe que trabajar afuera complicaría muchísimo las tareas y la organización familiar, así que decidió iniciar su emprendimiento. “Como soy vegetariana, cuando me diagnosticaron la celiaquía pensé: ‘¿Qué voy a comer?’. Así fue que empecé a probar esta cocina nueva, que se va conociendo cada vez más. Empecé a hacer quesos de garbanzo, de semillas de girasol, hamburguesas de legumbres que son las que más se venden. Es comida saludable y rica, me enloquece esta cocina”.

Además, realizó un curso en el CEDER, donde obtuvo un certificado de Sanidad e Higiene, para garantizar la inocuidad de los alimentos que prepara.

Las cosas nunca son fáciles. “Cuando mi hija enfermó a causa de la diabetes tuve que vender lo que tenía a mano y era el celular. Al no tener teléfono, se me dificulta vender por redes sociales. Si bien tengo mi sitio en Instagram, no puedo conectarme mucho porque uso el teléfono de mi compañero cuando se puede. Igual, a los vecinos les encanta mi comida y me compran en el barrio”, dijo.

 

¿Invisibles?

“Somos muchas las que estamos laburando en esto: hay quienes venden panes caseros, tortas materas, yogures. Estamos laburando y nadie nos ve, somos invisibles para los gobiernos, pero visibles para la sociedad que quiere ser decente”, expresó.

“Con esto, estamos dando de comer a nuestros hijos y ayudándonos entre los vecinos a comer sano. Es una economía que se retroalimenta, así como yo prefiero comprar a microemprendedores, así me compran a mí y generamos estas posibilidades de progreso”.

“Antes no me veía vendiendo, no me animaba, en realidad, tenía vergüenza antes de la pandemia de salir a vender un pan casero. Y ahora, desde hace siete meses estoy en eso. No quiero salir más, amo lo que hago en casa, por eso mí emprendimiento se llama Amor Vegetal”. Proyecta seguir por ese camino, para llegar al día en que pueda progresar y sostener a la familia con el resultado de su don en la cocina.

 

“Somos invisibles para los gobiernos, pero visibles para la sociedad que quiere ser decente y apuesta a hacer circular la economía entre emprendedores”. Yamila Monzo

 

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