Una ciudad que pone alas

Por Marcos H. Bovo

 

Villa María es la ciudad que me dio la posibilidad de formarme en mi educación superior apoyado por el esfuerzo de mi familia. Aquella que dividida por el ferrocarril a fines de los 90 me recibió desde mi Monte Buey natal. Me integró y también puso alas a los sueños.

Siento que la transformación de la ciudad acompañó mi crecimiento y permitió realizarme profesionalmente. Hoy, guardo muchos de esos momentos vividos en mi corazón. No obstante, siempre he considerado que toma más valor lo personal cuando se convierte en una experiencia o en una oportunidad comunitaria. Anhelo poder seguir creciendo en esta ciudad, involucrándome para que los objetivos del conjunto de villamarienses puedan concretarse como ha sucedido en estos últimos 20 años.

La oportunidad de formarme primero e incorporarme luego como docente a la Universidad Nacional de Villa María ha sido muy gratificante. La Universidad, es neurálgica en el proceso transformador de toda persona y de una ciudad. Villa María y su región lo saben, ha generado oportunidades para muchos jóvenes, permitiendo el ascenso social de cada uno que pasa por sus aulas. Agrega conocimiento e innovación a la producción, estimula el desarrollo comercial, cultural y de servicios y multiplica los saberes generando equidad.

Asimismo, la función pública me ha permitido recorrer un intenso camino, acompañando distintos procesos, y estando cerca también de muchos anónimos que cada día con empeño y pasión, desde su lugar trabajan denodadamente en las pequeñas comunidades de nuestra ciudad. En cada barrio, fábrica, club, una iglesia o un centro de jubilados; todos, haciendo a la comunidad.

Villa María es una ciudad con sentido de pertenencia, orgullosa de sí y con la capacidad de transformarse permanentemente. De atributos tangibles e intangibles y que reconoce muchos lugares como únicos.

El Anfiteatro y su costanera son solo dos de ellos, donde uno siente que su corazón late más fuerte cuando se aproxima el verano y más aún febrero. Esos lugares encierran muchas horas de dedicación, anécdotas y momentos intensos. Seguro como los que vivieron aquellos visionarios que con motivo del Centenario de la ciudad en 1967 empezaron a organizar la primera edición del Festival y construyeron el Anfi.

Hombres y mujeres de a pie, que soñaron y pusieron alas para que hoy, 53 años después, sea el Festival de Festivales y siga escribiendo, como otros proyectos, emprendimientos y experiencias, cada uno desde su lugar en la sociedad, la historia de los 153 años de Villa María.

¡Feliz aniversario, Villa María!

 

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