24 DE MARZO - Día Nacional de la Memoria, Verdad y Justicia

Las feminidades trans están condenadas al trabajo sexual para la subsistencia

Por Ale Navarro

 

Desde el retorno de la democracia hasta la fecha, Argentina ha mantenido deudas históricas con el colectivo feminista y disidente, con este último más que nada.

En cuanto a las mujeres, algunas deudas, como las que dejaba el divorcio vincular de 1987, que fueron subsanadas con la reforma del Código Civil en 2015 y la recientemente sancionada Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, han acompañado a los tiempos de la lucha feminista, pero aún dejan de lado reivindicaciones históricas, como la desigualdad de ingresos ante la ejecución de las mismas tareas entre hombres y mujeres, la paridad de género en la ocupación de puestos de toma de decisiones en el ámbito de la administración pública, si bien hay muchas mujeres ocupando lugares, muy pocas o casi ninguna ocupan cargos de suma relevancia, siempre se las visibiliza en espacios que tienen que tener una impronta de “cuidado” como lo son las áreas de inclusión social o acción social, y con la “ola” feminista en auge, la creación de áreas destinada a géneros tiene su titularidad femenina. Si bien es conocida la situación de violencia y el aumento de ésta hacia las mujeres, la Justicia argentina cuenta con poca o nula perspectiva de género como así también de la participación de mujeres en los puestos de máxima jerarquía de los tribunales y juzgados que atienden en casos de esta índole.

Si hablamos de justicia, la gran materia pendiente existente es la continua revictimización de las mujeres que, de una u otra forma padecen el flagelo de la violencia ejercida por hombres hacia ellas por el solo hecho de ser mujeres. Las preguntas habituales a la hora de la denuncia, “qué piensas que hiciste para que él reaccionara así”, las medidas de disuasión o de prevención como lo es el clásico botón antipánico, solo recaen en ellas, las víctimas, como si la responsabilidad de su situación de violentadas fuera meramente de su propiedad. Es responsabilidad de la mujer no solo ejecutar el dispositivo cuando se encuentre una situación crítica, sino que adicionalmente debe elegir entre las opciones “SOS”, “chat” y la posibilidad de comunicarse con un operador para recién luego poder recibir asistencia por parte del Estado, esto sin decir que la víctima se encuentra todo el tiempo al tanto de su status como tal. Por ello se pregona desde el colectivo feminista una reforma judicial feminista y se demanda que sean los violentos quienes lleven tobilleras de rastreo y no que las victimas deban de andar con miedo y la mano pronta a apretar un botón por si acaso. Además, las que cuentan con este dispositivo tampoco ven garantizada su seguridad física ya que han acontecido hechos aberrantes incluso con él en su poder (caso Carla Soggiu).

Si bien ya he mencionado más arriba los rasgos económicos, Argentina también es parte del ítem feminización de la pobreza, en tanto se ha intentado paliar la situación con normativas previsionales para mujeres en la tercera edad, como lo es la jubilación para amas de casa y la ayuda económica que implica el ingreso mensual de la AUH, cuya mayoría de beneficiarias son madres (mujeres), el mercado laboral sigue siendo un territorio dominado y ocupado por hombres. El simple hecho de ser mujer ya condiciona el ingreso más allá de las prerrogativas en cuanto imagen que se requiera. Alguna vez escuché en una conferencia de recursos humanos que las empresas y todo aquello que implique un mercado laboral en el ámbito privado tienen como máxima reducir costos y maximizar rendimientos, eso hace que la maternidad y los malestares provocados por los ciclos menstruales reduzcan la última variante.

El trabajo para las feminidades en nuestro país es algo que está en lucha. Desde los distintos estamentos del Estado y entes autárquicos de éste se ha intentado incorporar mujeres mediante la legislación de paridad de género y en los últimos años con los distintos modelos de cupos laborales para personas trans. Esto no es más que una solución provisoria que lejos está de reparar la gran desigualdad a la hora de poder insertarse en el mercado laboral. No obstante sirven de motor de arranque para crear conciencia en que todas, todos y todes debemos tener las mismas oportunidades, y no solo eso, debemos tener también el mismo reconocimiento por las mismas tareas realizadas. Creo que aún no se dimensiona que las feminidades no solo disputan territorio en el mercado laboral e incluso transitando en busca de ascensos, sino que aún siguen sujetas a las tareas de cuidado en el hogar, esto implica un doble esfuerzo psicofísico para las feminidades, que en el cotidiano y en la gran mayoría implica tener dos trabajos remunerados y las labores de cuidado recayendo sobre sus hombros. Habría que tener en cuenta que el porcentaje de mujeres con trabajos remunerados no registrado es elevado, y que las feminidades trans poseen un 90% de ellas que se encuentran circunscriptas al trabajo sexual, por lo cual la no registración laboral de estas actividades conlleva a no tener garantizada una salud con cobertura y una vejez plena con asistencia previsional.

Por último, el acceso al trabajo por parte de las disidencias sexogenéricas, en especial por parte del colectivo de feminidades trans, ha condenado a las integrantes de este último a poseer un promedio de vida de entre 35 y 40 años, ya que la única salida que encuentra para su subsistencia es el trabajo sexual, que en el caso de las compañeras trans no es una opción, sino la única alternativa viable para sobrevivir.

La urgencia ante la situación de pandemia se vio agravada ya que esto ha demostrado no solo el grado de vulnerabilidad de las mujeres con respecto a la violencia física, ya que por este contexto se han tenido que ver “encerradas” junto a sus victimarios, sino que en cuanto al trabajo, quienes forman parte del mercado laboral no registrado se han visto en la más extrema necesidad de subsistir debido a la falta de seguridad no solo de ingresos, sino de conservar la fuente de los mismos. Las distintas medidas sanitarias afectaron también en gran manera al colectivo trans femenino, si bien el Estado y organizaciones civiles y políticas supieron aunar esfuerzos y contener dando ayudas socioeconómicas y alimentarias, ha sido otra más de una serie de medidas tapabaches.

Las mujeres y demás feminidades necesitamos políticas públicas nuevas, que rompan con las cuestiones de género y sean encuadradas en un marco de igualdad, equidad y justicia, sin privilegios y con la convicción plena de que la inclusión real es con todas, con todos y con todes.

 

Ale Navarro, trabajadora social, coordinadora de Villa María Diversa, consultora en género y disidencias

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