194 Aniversario de Villa Nueva - Por Adolfo Soriano

Yo soy usted

Díficil se hace pensar en Villa Nueva sin pensar en uno mismo.

Y no es un deseo de autorreferencia, sino que mientras uno va caminando, la ciudad misma se va pegando en el cuerpo.

Uno no puede cambiar, pero tampoco puede ser todo el tiempo el mismo, claro está.

Esa capacidad de metamorfosis me vuelve redoblante o cintura en enero y mantiene mi cabeza en alto (con mi columna recta) durante cada mayo patrio.

Pero no soy solamente eso. También soy aquel niño que es reprendido porque utilizó las zapatillas nuevas para jugar al fútbol en un campito; aquel adolescente con los nervios a flor de piel mientras aguarda por su enamorada bajo los enormes eucaliptos del Parque o el mismo joven que se conmueve ante la figura de un San Martín que parece esperar el tañir de las campanas.

Soy Los Olmos con sus vecinos que día a día trabajan para que la capilla siga latiendo o el Negro Roldán respirando hondo para atravesar barrio La Floresta. También soy aire que escucha y esquiva las bochas en cada baldío o el pájaro que se posa en las alturas de una antigua casona que es historia, carne y tierra.

Cuando solamente dejo que mis pies me lleven, me encuentro con los codos apoyados en algún bufé donde mi garganta ruega por un vermú mientras intento explicar por qué el Lungo fue el mejor marcador central de toda la historia.

Soy el Coco Cáceres inflando la bicicleta de un pequeño que acaba de salir de la Bolivia.

También soy esa nueva postal que abre los brazos y crece más allá de la avenida Henry Nestlé. 

Soy mil cosas, pero soy uno y a la vez soy todos.

Como una marca, mi origen me delata y no puedo más que levantar las cejas (con un reconocido orgullo) cuando le tengo que responder a alguien que soy de Villa Nueva.

Sin más preámbulos y sin darle vueltas al asunto... tal cantó  C. M. J.: “Yo soy usted”.   

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