Opinión - El crimen de Nora, los inocentes acusados y una Justicia patética

La inquietante impunidad de los fiscales

miércoles, 20 de julio de 2022 · 09:19

La declaración de inocencia, el 5 de julio pasado, de Marcelo Macarrón, terminó de enterrar toda expectativa de saber la verdad en el femicidio de Nora Dalmasso.

El juicio al viudo ya había comenzado con una certeza: nunca serían condenados los autores materiales del asesinato de la mujer riocuartense, ocurrido el 25 de noviembre de 2006.

Es que cuando se inició el debate a Macarrón, marido y padre de la hija y el hijo de la víctima, ya había prescripto la acción penal para juzgar y condenar a los autores materiales.

Macarrón llegó acusado de pergeñar el delito, pero en el juicio se determinó que es inocente.

El tribunal declaró (¡menos mal!) a Nora víctima de violencia de género, y pidió a fiscales seguir con la investigación, pese a la prescripción de la acción penal.

Pareció un mal chiste: en 15 años, pasaron cinco fiscales de instrucción, hubo cuatro hipótesis muy distintas, tres acusados, y siempre se estuvo lejos de la verdad.

Para el fiscal Pizarro, “por diferencias conyugales y económicas”, su viudo pagó para que la ahorcaran y fingieran una violación, y así llegó Macarrón a juicio como supuesto instigador.

Con las mismas pruebas, otro fiscal había acusado al viudo de asesinarla, volando de manera clandestina desde Punta del Este (Uruguay), adonde él se encontraba en un torneo de golf por aquellos días de noviembre de 2006, y retornando luego al país vecino para tener una coartada.

La Justicia de la Provincia de Córdoba llegó al extremo de detener a Gastón Zárate, un pintor a quien liberaron rápidamente tras una movilización popular, impulsada por personas que rápidamente entendieron que se trataba de un “perejil”.

¿Si había indicios fuertes o pruebas que lo comprometían y que llevaron a detenerlo, lo hubiesen liberado rápidamente solo porque la gente salió a la calle? No. La movilización popular dejó evidente algo que intranquiliza y consterna: lo metieron preso porque era un trabajador sin recursos, había que meter a alguien preso y Gastón les vino como anillo al dedo.

Facundo Macarrón fue otra víctima. No solo perdió a su madre en circunstancias horribles, sino que otro fiscal lo acusó de matarla, y en ese tren, lo estigmatizó y lo expuso por su orientación sexual. Por supuesto, con sensacionalismo y amarillismo, muchos medios de comunicación lo crucificaron, pese a tratarse de alguien muy joven, y sobre todo, de alguien que había perdido a su mamá.

La imputación de Facundo (quien al  momento del crimen todo indica que estaba en la capital cordobesa) cayó porque era insostenible.

Es difícil contar brevemente todo el combo insólito que compone el caso, que es para dejar a todas y todos perplejos.

Primero, sostuvieron que había semen sobre el cuerpo de la víctima; luego, no se detectaron espermatozoides.

El FBI halló ADN de Marcelo Macarrón. Después, el Ceprocor lo vinculó a una contaminación de prendas en el lavarropas.

La sucesión de malos fiscales, investigadores y otras cuestiones que no están claras, llevó a que pasaran de interpretar que Nora había tenido “sexo violento consentido”, a sostener que fue víctima de un abuso sexual, y después terminaron considerando que se simuló una escena de sexo tras el crimen.

Para muchos periodistas que cubrieron el juicio, el debate no escapó a la mamarrachada que fue todo en estos 16 años. Se evidenció que hubo fuertes intereses económicos e intromisiones políticas, pero poco se  profundizó en esas artistas.

El caso había generado terremotos en el poder cordobés. José Manuel de la Sota (por entonces residiendo en Río Cuarto) removió al ministro y al secretario de Seguridad, y también cayó el fiscal General, tras la temeraria acusación al pintor Gastón, el único detenido que  tuvo el caso en esta década y media.

Todo se hizo mal desde el vamos: la escena del crimen no fue preservada por nadie. En la casa de Nora fumaron, bebieron en vasos y hasta comieron lomitos.

El periodista Claudio Gleser sostuvo que dejaron que el crimen se volviera perfecto.

No solo mataron a Nora cuando el femicida terminó con su vida. Después la hicieron víctima una y otra vez, con estigmas, falsos relatos e intromisión y juzgamiento violento de su supuesta vida privada, que no debió interesarle a nadie.

Se revictimizó y castigó a su hijo y cargaron culpas en un pintor inocente.

Y queda sobre la superficie la pésima y temeraria Justicia cordobesa, compuesta por funcionarios a los que nadie sentará en ningún lado a dar, como mínimo, explicaciones de lo que hicieron y no hicieron.

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